viernes, 29 de marzo de 2013

Costumbres, tradiciones de la Semana Santa desde los tiempos coloniales en Venezuela



El recogimiento espiritual y corporal era la más sincera expresión de la familia en Venezuela en los tiempos de la colonia, todas las actividades laborales se paralizaban  en Semana Santa con el fin de guardar la liturgia.  Para esos días no se podía comer carne, ni sopas, solamente pescado, sardina y chiquire. También se acostumbraba elaborar hallaquitas de maíz pelado. 

Desde el domingo de Ramos con el reparto de la Palma Bendita, empezaba la Semana Mayor, marido  y mujer  no peleaban, ni a los hijos se les castigaba por temor y respeto al Santísimo. Los hombres se perdonaban cualquier ofensa o simplemente se abstenían de irse a las manos en esos momentos plenos de devoción.  Por las noches, las familias se reunían en las plazas para asistir a la misa y acompañar la procesión del Santo de Turno.  Las cuales se efectuaban en el siguiente orden : 
Lunes, Jesús en el Huerto; martes, Jesús en la columna;  miércoles, Jesús Nazareno; jueves,  Jesús crucificado; viernes, El santo sepulcro. Ya para el sábado se celebraba el día de la Resurrección, donde se cantaba Glorias y Aleluyas.

Las Procesiones eran muy concurridas, pues todo el pueblo se congregaba detrás del santo con la debida compostura. Las mantuanas llevaban vistosas y finas mantillas sevillanas y los hombres llevaban el sombrero en la mano, demostrando respetó y devoción que los caracterizaban. Los santos los cargaban sobre sus hombros la gente del pueblo que de manera fervorosa lo hacía para cumplir promesas, por lo regular con movimiento de derecha a izquierda a medida que avanzaban dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, dando la sensación de un compás melodiosos que inspiraba lo más sublime del alma.

Procesión al Nazareno.

Al llegar el santo a la iglesia lo ubicaban en los sitios acostumbrados y el cura se subía al púlpito para ofrecer a los feligreses el gran Sermón, en donde exaltaban las virtudes de Jesús y de la Virgen María, aprovechando el momento para arengar paternalmente a la feligresía, haciéndoles ver cualquier desvío en que estuviesen incurriendo en las costumbres y tradiciones, o bien para imponerlos alguna necesidad de la iglesia. Luego se retiraban a sus hogares a disfrutar de una cena con pescado, arroz, dulce de coco o de lechoza, donde no podía faltar las amenas charlas que versaban sobre la familia, los valores basados en el respeto al prójimo.

Finalmente, el domingo y como un acto de justicia, los lugareños siguiendo la tradición rellenaba de trapos y pólvora, un muñeco que personifica a Judas Iscariote,  seleccionando un lugar en el pueblo donde previamente colgado a un botalón,  el Judas escuchaba en público, la sentencia que los pobladores sometía a tan vil traidor por hacer vendido por miserables monedas al inocente Jesús, sin embargo la ironía humorística, consistía en un testamento donde el traidor dejaba a cada cual sobre todo de la vecindad algo burlesco o chistoso, los presentes se reían de los chistes, luego se sentencia  a muerte en  la pira, es decir, incendiado al eterno traidor. Dejando una enseñanza de vida a los presentes de no traicionar al amigo, al hermano.


La tradicional quema de Judas en varios lugares de Venezuela .
Cortesía: Correo del Orinoco