lunes, 7 de octubre de 2013

Esquina de San Jacinto



El terremoto del jueves Santo, como llaman al sismo que ocurrió el 26 de Marzo de 1812,  causo graves daños a los templos de Altagracia, La Trinidad, La Merced, San Mauricio y San Jacinto,  Simón Bolívar, quien vivía en las adyacencias, en su casa del vínculo ubicada en la esquina de Gradillas; en medio de aquella catástrofe natural, ocurrido en plena  gesta independentista interrumpe el discurso del fray Felipe Mota,  justo en ese lugar; quien vociferaba en contra de los sucesos que conllevaron al  nacimiento de la Republica de Venezuela;  invocando que  el temblor fue un castigo de Dios por los supuestos pecados que se habían cometido incluyendo la rebelión contra el rey Fernando VII.  “¡Si la Naturaleza se opone – pronunció  Bolívar – lucharemos contra ella y haremos que ustedes nos obedezca…!” refiriéndose al clero.

La superstición y el fanatismo religioso inspirado por el terremoto lograron inclinar la balanza en favor del gobierno español y las deserciones a la causa patriota se contaban por miles, al extremo de que el general realista Monteverde reforzó su ejército mediante una terrorífica recluta de hombres, jóvenes y adolescentes de las ciudades conquistadas, que habían sido dañadas por el temblor. Caracas cayó de nuevo en poder de los realistas y el gobierno patriota se vio obligado a capitular, el general Miranda se refugió en La Guaira, lo demás es ya conocido.

La construcción de la iglesia y  Convento del padre dominico, San Jacinto; que hoy lleva el nombre de la esquina; se debe a las donaciones por mandato del cabildo que hicieran sus parroquianos, entre ellos se encontraba, Don Simón Bolívar “El Viejo” – relata  Enrique Bernardo Núñez- en sus comienzos el recinto dedicado a la oratoria era de paja con riesgo de incendio por los cirios que se prendían en ese lugar. En 1608, el prior, fray Jacinto de Soria, solicitó se le concediera la ermita de San Sebastián y San Mauricio, hoy  “Santa Capilla”, esquina del mismo nombre. Ya que su techo eran de tejas, con la intensión de preservar la representación del “Santísimo Sacramento”. Petición que no fue aprobada, como estímulo recibió dos solares que colindaban con su humilde oratorio, bajo condición de que uno de ellos quedase para la plaza del convento.

Medio siglo después, uno de los solares se encontraba baldío; los regidores exigieron a los dominicos que no edificase cosa alguna en él, ya que se requería  para la construcción de la plaza que daría disfrute  a los lugareños y embellecimiento a la iglesia. El prior acepto complacido la propuesta “por convenir al convento la ejecución de la plazuela”. En 1809, este lugar apacible y silencio fue invadido por los mercaderes, los dominicos indignados, protestaron,  por la situación que se vivía, pero el ayuntamiento, en vista del aumento de la población en Caracas, ya se  hacía insuficiente el mercado  en la Plaza Mayor, resolvió habilitar para el expendio de víveres las explanadas de Altagracia, San Pablo y San Jacinto. Este último  sería destinado a  la venta exclusiva de  pan, frutas y dulces.


Suprimidos los conventos de hombres por decreto en 1837,  la edificación fue utilizada como sede  a la municipalidad, una parte habilitada como cárcel, y en ella estuvo preso Antonio Leocadio Guzmán,  redactor del “El Venezolano”, condenado a muerte  por estar implicado  en los hechos ocurridos en el país en 1846. De igual manera, en este lugar el presidente José Tadeo Monagas,  permutó la sentencia  de muerte por la del destierro, regresando al país en 1849.  Al transcurrir los años, bajo el gobierno del General Guzmán Blanco, cambiaría el nombre de la plaza por el calificativo del periódico fundado por su padre;  mandando a levantar una estatua de Antonio Leocadio Guzmán en el parte que se le pretendió ejecutar. La efigie decretada por el congreso, en 1882, cuando ya era un octogenario. Describen las crónicas que cuando fue juzgado Leocadio Guzmán, se presentaron a las barras del tribunal sus copartidarios usando todos corbatas amarillas, significativo del nacimiento de la Federación.

En 1865 se destinó el edificio a Mercado Central, el convento ya desgastado por los años, fue derribado en 1881. Posiblemente lo único que se conserva de él sea el retablo del altar mayor, ejecutado hacia 1740. Retablo transportado a la población aragüeña de San Mateo e instalado en la iglesia, donde hoy se encuentra. 




Ing. Juan Hurtado Manrique
El Mercado de San Jancito, fue inaugurado en 1896,  según planos del ingeniero Juan Hurtado Manrique, las estructuras de hierro fueron traídas de Bélgica. Desarrollándose en estos espacios la actividad comercial que se ejecutaba en la Plaza Bolívar. La Plaza de San Jacinto o "El Venezolano"  fue utilizada por personas dedicadas a la economía informal, lo que influyo en el  malogro de sus espacios; hoy en día; despejada  y recuperada; es un lugar donde caminan miles de personas diariamente. Es  punto de referencia para quienes visitan la Casa Natal del Libertador, Simón Bolívar. Museo que conserva piezas originales de la residencia y prendas del padre de la Patria. Declarada en el 2002, Monumento Nacional.


Dicha plaza contentiva de tanta historia; fue decretada  Monumento Histórico Nacional en 1977. Recordando el convento de San Jacinto que da nombre a la esquina, construido en el siglo XVI. Como dato curioso existe en este céntrico lugar, un reloj de piedra que se le atribuye al barón  Alejandro de Humboldt, grabado en 1703, ubicado originalmente frente a la iglesia de los Dominicos.




domingo, 23 de junio de 2013

PARTE DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR SOBRE LA BATALLA DE CARABOBO




          Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia.
          Reunidas las divisiones del Ejército Libertador Presidente en los campos de Tinaquillo el 23, marchamos ayer por la mañana sobre el Cuartel General enemigo situado en Carabobo, en el orden siguiente: La primera división, compuesta del bravo batallón Británico, del Bravos de Apure y 1.500 caballos a las órdenes del señor general Páez. La segunda, compuesta de la segunda brigada de La Guardia con los batallones Tiradores, Boyacá y Vargas, y el Escuadrón Sagrado que manda el impertérrito coronel Aramendi a las órdenes del señor general Cedeño. La tercera, compuesta de la primera brigada de La Guardia con los batallones Rifles, Granaderos, Vencedor de Boyacá, Anzoátegui y el regimiento de caballería del intrépido coronel Rondón, a las órdenes del señor coronel Plaza.
          Nuestra marcha por los montes y desfiladeros que nos separaban del campo enemigo fue rápida y ordenada. A las 11 de la mañana desfilamos por nuestra izquierda al frente del ejército enemigo bajo sus fuegos; atravesamos un riachuelo, que sólo daba frente para un hombre, a presencia de un ejército que bien colocado en una altura inaccesible y plana, nos dominaba y nos cruzaba con todos sus fuegos.
          El bizarro general Páez a la cabeza de los dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz, marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. El batallón Británico mandado por el benemérito coronel Ferriar pudo aún distinguirse entre tantos valientes y tuvo una gran pérdida de oficiales.
          La conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de Colombia lo ha hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de General en Jefe de ejército.        
          De la segunda división no entró en acción más que una parte del batallón de Tiradores de La Guardia que manda el benemérito comandante Heras. Pero su general, desesperado de no poder entrar en la batalla con toda su división por los obstáculos del terreno, dio solo contra una masa de infantería y murió en medio de ella del modo heroico que merecía terminar la noble carrera del bravo de los bravos de Colombia. La República ha perdido en el general Cedeño un grande apoyo en paz o en guerra; ninguno más valiente que él, ninguno más obediente al Gobierno. Yo recomiendo las cenizas de este General al Congreso Soberano para que se le tributen los honores de un triunfo solemne. Igual dolor sufre la República con la muerte del intrepidísimo  coronel Plaza que, lleno de un entusiasmo sin ejemplo, se precipitó sobre un batallón enemigo a rendirlo.
          El coronel Plaza es acreedor a las lágrimas de Colombia y a que el Congreso le conceda los honores de un heroísmo eminente.
         Disperso el ejército enemigo, el ardor de nuestros jefes y oficiales en perseguirlo fue tal que tuvimos una gran pérdida en esta alta clase del ejército. El boletín dará el nombre de estos ilustres.
          El ejército español pasaba de seis mil hombres, compuesto de todo lo mejor de las expediciones pacificadoras. Este ejército ha dejado de serlo. Cuatrocientos hombres habrán entrado hoy a Puerto Cabello.
          El Ejército Libertador tenía igual fuerza que el enemigo, pero no más que una quinta parte de él ha decidido la batalla. Nuestra pérdida no es sino dolorosa: apenas 200 muertos y heridos.
          El coronel Rangel, que hizo como siempre prodigios, ha marchado hoy a establecer la línea contra Puerto Cabello.
          Acepte el Congreso Soberano en nombre de los bravos que tengo la honra de mandar, el homenaje de un ejército rendido, el más grande y más hermoso que ha hecho armas en Colombia en un campo de batalla.
          Tengo el honor de ser con la más alta consideración...,
Valencia, 25 de junio de 1821.
Simón Bolívar
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(*) MEMORIAS DEL GENERAL O´LEARYOb. Cit.  Tomo 18. pp. 337-339


                                                                Batalla de Carabobo por Martín Tovar y Tovar.

viernes, 19 de abril de 2013

Conozca las Esquinas de Caracas protagonistas del 19 de Abril de 1810


El histórico momento Revolucionario del 19 de Abril de 1810, es oportuno para destacar  las esquinas  de la ciudad que nos  recuerda la mencionada gesta independentista. Remontémonos a la época e imaginemos nuestra actual “Plaza Bolívar”, un lugar  donde abundaban  mercaderes,  llamada  “Plaza Mayor o Plaza de Armas” de la Caracas colonial. En sus alrededores  se construyeron las primeras edificaciones: Casa de Gobierno, obispalía, seminario Tridentino, convento de las Monjas Concepción, cárcel Real y la catedral.

                                                     Esquina de la Principal hacia 1866.

La esquina  “Principal”  era conocida  como  Cárcel Real, en sus terrenos existió la casona del Capitán General Sancho de Alquiza, acondicionada para encerrar a los que ellos consideraban enemigos de la monarquía española.  Estuvieron presos Don Simón de Bolívar, y de allí salió  el patriota  revolucionario José María España después de haber sido sometido a torturas  para ser ahorcado por las autoridades españolas, una trágica  mañana del año 1799. Sus ideales y documentos sirvieron de inspiración para elaborar la primera constitución republicana.



Otra esquina, “La Torre” seria protagonista de un trascendental suceso, pues de sus puertas  le fue arrebatado el bastón de mando al gobernador realista Vicente  Emparan por el patriota Francisco Salias. Era jueves santo y  el pueblo caraqueño se había reunido frente al templo  convocando a Cabildo para discutir sobre la disolución de la Junta Suprema de Sevilla (España). Salías, apoyado por el capitán Pedro Ponce le invita asistir a la sesión extraordinaria. La historia es conocida;  Empara no quiso  su  mando y entonces fue trasladado a su casa ubicada en la esquina de las “Madrices”. 

                 La catedral de Caracas con su torre que le da nombre a la esquina, siglo XIX.

Esta casona de Las Madrices llamada así  en recuerdo a las bellas hijas del capitán Domingo Rodríguez de La Madriz fue destinada a usos diversos ocupándola la orquesta Caracas. También funcionó como hotel y  teatro. De igual modo en esta mansión  se festejo el  decreto monaguista del 29 de abril de 1856, mediante el cual se ratifica a Caracas sede de la capital de la República de Venezuela.

La “Esquina de la Sociedad”,  un año después de la gloriosa  jornada de 1810. Se reunió la Junta Patriótica presidida por el más universal de todos los venezolanos Generalísimo Francisco de Miranda y su discípulo  el joven coronel de la milicia Simón Bolívar, estremecido por los aires que se percibían de ruptura  entre los revolucionarios,  aflora con elocuentes expresiones para la posteridad:

“… ¿Trescientos años de calma no bastan? La Junta Patriótica, respeta, como debe, al Congreso de la nación; pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana…”
Esquina de Sociedad a Gradillas, 1860.

viernes, 29 de marzo de 2013

Costumbres, tradiciones de la Semana Santa desde los tiempos coloniales en Venezuela



El recogimiento espiritual y corporal era la más sincera expresión de la familia en Venezuela en los tiempos de la colonia, todas las actividades laborales se paralizaban  en Semana Santa con el fin de guardar la liturgia.  Para esos días no se podía comer carne, ni sopas, solamente pescado, sardina y chiquire. También se acostumbraba elaborar hallaquitas de maíz pelado. 

Desde el domingo de Ramos con el reparto de la Palma Bendita, empezaba la Semana Mayor, marido  y mujer  no peleaban, ni a los hijos se les castigaba por temor y respeto al Santísimo. Los hombres se perdonaban cualquier ofensa o simplemente se abstenían de irse a las manos en esos momentos plenos de devoción.  Por las noches, las familias se reunían en las plazas para asistir a la misa y acompañar la procesión del Santo de Turno.  Las cuales se efectuaban en el siguiente orden : 
Lunes, Jesús en el Huerto; martes, Jesús en la columna;  miércoles, Jesús Nazareno; jueves,  Jesús crucificado; viernes, El santo sepulcro. Ya para el sábado se celebraba el día de la Resurrección, donde se cantaba Glorias y Aleluyas.

Las Procesiones eran muy concurridas, pues todo el pueblo se congregaba detrás del santo con la debida compostura. Las mantuanas llevaban vistosas y finas mantillas sevillanas y los hombres llevaban el sombrero en la mano, demostrando respetó y devoción que los caracterizaban. Los santos los cargaban sobre sus hombros la gente del pueblo que de manera fervorosa lo hacía para cumplir promesas, por lo regular con movimiento de derecha a izquierda a medida que avanzaban dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, dando la sensación de un compás melodiosos que inspiraba lo más sublime del alma.

Procesión al Nazareno.

Al llegar el santo a la iglesia lo ubicaban en los sitios acostumbrados y el cura se subía al púlpito para ofrecer a los feligreses el gran Sermón, en donde exaltaban las virtudes de Jesús y de la Virgen María, aprovechando el momento para arengar paternalmente a la feligresía, haciéndoles ver cualquier desvío en que estuviesen incurriendo en las costumbres y tradiciones, o bien para imponerlos alguna necesidad de la iglesia. Luego se retiraban a sus hogares a disfrutar de una cena con pescado, arroz, dulce de coco o de lechoza, donde no podía faltar las amenas charlas que versaban sobre la familia, los valores basados en el respeto al prójimo.

Finalmente, el domingo y como un acto de justicia, los lugareños siguiendo la tradición rellenaba de trapos y pólvora, un muñeco que personifica a Judas Iscariote,  seleccionando un lugar en el pueblo donde previamente colgado a un botalón,  el Judas escuchaba en público, la sentencia que los pobladores sometía a tan vil traidor por hacer vendido por miserables monedas al inocente Jesús, sin embargo la ironía humorística, consistía en un testamento donde el traidor dejaba a cada cual sobre todo de la vecindad algo burlesco o chistoso, los presentes se reían de los chistes, luego se sentencia  a muerte en  la pira, es decir, incendiado al eterno traidor. Dejando una enseñanza de vida a los presentes de no traicionar al amigo, al hermano.


La tradicional quema de Judas en varios lugares de Venezuela .
Cortesía: Correo del Orinoco