El terremoto del jueves Santo, como llaman
al sismo que ocurrió el 26 de Marzo de 1812,
causo graves daños a los templos de Altagracia, La
Trinidad, La Merced, San Mauricio y San Jacinto, Simón Bolívar,
quien vivía en las adyacencias, en su casa del vínculo ubicada en la esquina de
Gradillas; en medio de aquella catástrofe natural, ocurrido en plena gesta independentista interrumpe el discurso
del fray Felipe Mota, justo en ese lugar;
quien vociferaba en contra de los sucesos que conllevaron al nacimiento de la Republica de Venezuela; invocando que
el temblor fue un castigo de Dios por los supuestos pecados que se
habían cometido incluyendo la rebelión contra el rey Fernando VII. “¡Si la Naturaleza se opone – pronunció Bolívar – lucharemos contra ella y haremos
que ustedes nos obedezca…!” refiriéndose al clero.
La
superstición y el fanatismo religioso inspirado por el terremoto lograron
inclinar la balanza en favor del gobierno español y las deserciones a la causa
patriota se contaban por miles, al extremo de que el general realista Monteverde
reforzó su ejército mediante una terrorífica recluta de hombres, jóvenes y
adolescentes de las ciudades conquistadas, que habían sido dañadas por el temblor.
Caracas cayó de nuevo en poder de los realistas y el gobierno patriota se vio
obligado a capitular, el general Miranda se refugió en La Guaira, lo demás es
ya conocido.
La construcción
de la iglesia y Convento del padre
dominico, San Jacinto; que hoy lleva el nombre de la esquina; se debe a las
donaciones por mandato del cabildo que hicieran sus parroquianos, entre ellos
se encontraba, Don Simón Bolívar “El Viejo” – relata Enrique Bernardo Núñez- en sus comienzos el
recinto dedicado a la oratoria era de paja con riesgo de incendio por los
cirios que se prendían en ese lugar. En 1608, el prior, fray Jacinto de Soria,
solicitó se le concediera la ermita de San Sebastián y San Mauricio, hoy “Santa Capilla”, esquina del mismo nombre. Ya
que su techo eran de tejas, con la intensión de preservar la representación del
“Santísimo Sacramento”. Petición que no fue aprobada, como estímulo recibió dos
solares que colindaban con su humilde oratorio, bajo condición de que uno de
ellos quedase para la plaza del convento.
Medio siglo
después, uno de los solares se encontraba baldío; los regidores exigieron a los
dominicos que no edificase cosa alguna en él, ya que se requería para la construcción de la plaza que daría
disfrute a los lugareños y
embellecimiento a la iglesia. El prior acepto complacido la propuesta “por
convenir al convento la ejecución de la plazuela”. En 1809, este lugar apacible
y silencio fue invadido por los mercaderes, los dominicos indignados,
protestaron, por la situación que se
vivía, pero el ayuntamiento, en vista del aumento de la población en Caracas,
ya se hacía insuficiente el mercado en la Plaza Mayor, resolvió habilitar para el
expendio de víveres las explanadas de Altagracia, San Pablo y San Jacinto. Este
último sería destinado a la venta exclusiva de pan, frutas y dulces.
Suprimidos los
conventos de hombres por decreto en 1837,
la edificación fue utilizada como sede
a la municipalidad, una parte habilitada como cárcel, y en ella estuvo
preso Antonio Leocadio Guzmán, redactor
del “El Venezolano”, condenado a muerte
por estar implicado en los hechos
ocurridos en el país en 1846. De igual manera, en este lugar el presidente José
Tadeo Monagas, permutó la sentencia de muerte por la del destierro, regresando al
país en 1849. Al transcurrir los años, bajo
el gobierno del General Guzmán Blanco, cambiaría el nombre de la plaza por el
calificativo del periódico fundado por su padre; mandando a levantar una estatua de Antonio
Leocadio Guzmán en el parte que se le pretendió ejecutar. La efigie decretada
por el congreso, en 1882, cuando ya era un octogenario. Describen las crónicas
que cuando fue juzgado Leocadio Guzmán, se presentaron a las barras del
tribunal sus copartidarios usando todos corbatas amarillas, significativo del
nacimiento de la Federación.
En 1865 se
destinó el edificio a Mercado Central, el convento ya desgastado por los años,
fue derribado en 1881. Posiblemente lo único que se conserva de él sea el
retablo del altar mayor, ejecutado hacia 1740. Retablo transportado a la
población aragüeña de San Mateo e instalado en la iglesia, donde hoy se
encuentra.
Ing. Juan Hurtado Manrique |
El Mercado de
San Jancito, fue inaugurado en 1896,
según planos del ingeniero Juan Hurtado Manrique, las estructuras de
hierro fueron traídas de Bélgica. Desarrollándose en estos espacios la
actividad comercial que se ejecutaba en la Plaza Bolívar. La Plaza de San
Jacinto o "El Venezolano" fue
utilizada por personas dedicadas a la economía informal, lo que influyo en el malogro de sus espacios; hoy en día;
despejada y recuperada; es un lugar
donde caminan miles de personas diariamente. Es punto de referencia para quienes visitan la Casa
Natal del Libertador, Simón Bolívar. Museo que conserva piezas originales de la residencia y prendas del
padre de la Patria. Declarada en el 2002, Monumento Nacional.
Dicha plaza contentiva
de tanta historia; fue decretada Monumento
Histórico Nacional en 1977. Recordando el convento de San Jacinto que da nombre
a la esquina, construido en el siglo XVI. Como dato curioso existe en este
céntrico lugar, un reloj de piedra que se le atribuye al barón Alejandro de Humboldt, grabado en 1703,
ubicado originalmente frente a la iglesia de los Dominicos.